sábado, 29 de noviembre de 2014

PALESTINA AMADA, 29 de noviembre de 1947, por Carlos Juma (*)


La radio echa humo. Su madera noble estaba perforada por una redecilla metálica de la que se desprendían voces en árabe narrando el acontecimiento que cambiaría penosa e injustamente el devenir de los tiempos en Palestina.

Un rictus de profunda seriedad, fruncido el entrecejo, unas lágrimas que caían refrescando su cara, y el juego desasosegado de sus manos intuían que se clavaba un puñal en el corazón de Oriente Medio. La sangre que brotaba era sólo el anuncio del derramamiento que riega cada día la Tierra Santa. En su fresca memoria estaba la querencia a su pueblo, a sus raíces, a su familia.

Del estupor ante la creciente oleada de inmigrantes judíos llegados de Europa con el conocimiento y consentimiento de la potencia mandataria, Gran Bretaña, al estado de confusional, solo mediaron unos pocos años. Se presagiaba el choque frontal no sólo contra los administradores de Palestina en el afán de lograr la independencia prometida sino contra una multitudinaria oleada de gentes venidas de fuera al amparo de una ideología creada por Theodor Herzl, el Sionismo.

La noche del 29 de noviembre de 1947 fue el comienzo de su amargura, la víspera del inminente despojo de sus derechos inalienables. Se aprobaba la partición de la Palestina Histórica en dos sendas mitades asimétricas. La nueva población judía se veía dotada con tierras en la que podrían establecer un estado por y para los judíos.

Los palestinos, cuyos derechos quedaron maltrechos y gravemente heridos, debían conformarse con menos de la mitad de sus tierras para establecer un Estado Árabe. Ni las Naciones Unidas y menos aún la potencia mandataria consultaron ni tuvieron en cuenta la existencia de un pueblo milenario que habitaba aquellas tierras. El despojo de sus derechos, el incumplimiento de tantas promesas y la inadmisión de semejante partición hacían presagiar los sangrientos años que siguieron a aquella nefasta noche. Los intereses económicos y el poder del dinero vapulearon a los palestinos que debían prolongar una situación bélica contra Gran Bretaña y contra las bandas terroristas judías de Stern e Irgum, como más significativas, que ya comenzara en la década de los años veinte.

El maltrecho pueblo palestino, sesenta y siete años después, vive en el encono de la justa ira, en la frustración más amarga y en la desesperanza más recalcitrante.

Muchos de sus amigos tomaron las armas, otros dejaron sus vidas y los más sufrieron el terrorismo del sionismo liderado por Isaac Rabin, Ariel Sharon, Menahem Beguin, buscados por Gran Bretaña mediante carteles que dejaban a las claras el calificativo de Terroristas.

La amarga queja de saberse víctima de una situación ni instada ni creada por los palestinos contra los judíos por el nazismo más abyecto repreguntaba una y otra vez por los culpables del Holocausto. Evidentemente, ningún palestino gaseó a judío alguno en la Europa de la Segunda Guerra Mundial.

Gran Bretaña vio con buenos ojos la creación de un Hogar Nacional Judío en Palestina (Balfour, 1917) y tuvo que sufrir en sus carnes la violencia terrorista sionista hasta que harta de tanta sangre decidió poner en manos de la incipiente Sociedad de las Naciones (ONU) el asunto y lavárselas liberándose de sus responsabilidades internacionales. Que negra gratitud de los judíos a Gran Bretaña y que patética salida a un sangriento conflicto.

Una primera votación de la Asamblea General dio un resultado negativo pero los poderes económicos y las amenazas cambiaron los votos de los países que se habían abstenido en sendos votos a favor de la partición. El daño estaba hecho y permanece aún en estos días.
¿quién podría aceptar que su patria se dividiera en dos sin base jurídica ni el más mínimo respeto a los habitantes de aquella tierra?

En Europa había mucha prisa para lavarse las culpas del Holocausto y ¿que mejor que endosarle el problema judío a los palestinos? Sustentado en innegables LAZOS HISTÓRICOS el avance del poder del dinero convirtió aquellos lazos en DERECHOS sobre Palestina.

No volvió a ver su Palestina libre. La tierra canaria acunó su cuerpo veinticinco años después. Sus palabras, su patriotismo y su inquebrantable fe permanecen en sus descendencia.

Pongamos que hablo de mi padre.

El devenir del tiempo me ha llevado a revivir en mi alma el dolor de mi padre y proyecto sobre mis hijos y mis seis nietos el amor a Palestina y sus gentes, mis otros hermanos.

Nos borraron del mapa de la Humanidad en aquella sentencia emanada de la boca de Golda Meir, “¿Palestinos, que son palestinos?” y aseguraban con aquella otra que “ la segunda generación se olvidará de Palestina”.

Conocemos sobradamente el ideario sionista y que yace en el la ambición de establecer el estado de Israel sobre toda la Palestina Histórica. Los hechos lo demuestran. Y que Jordania es el estado natural de los palestinos es la otra intención nauseabunda.

Para ello, mediante terrorismo, culpabilizando a la víctima, concertando expedientes de expulsión, cerrando las puertas al regreso de todos los refugiados, negándonos el agua, el pan y la sal, violando sistemáticamente cualquier derecho humano, aplicando leyes coloniales, castigos colectivos, robo de tierras, inmisericordes puestos de control policial, muros de la más alta vergüenza, y creando la más mínima excusa para bombardearnos sin piedad en un ejercicio sólo comparable al nazismo más asesino, despreciando cualquier resolución de la misma ONU que les fue tan generosa el 29 de noviembre de 1947, aún más y aún así tienen la osadía de querer manosear el reconocimiento del estado Palestino por Europa y mostrarse como elemento necesario para una paz sionista-dependiente.

Son más de un centenar los estados que reconocen a Palestina como tal; la triste y emetizante Europa solemnizó la apuesta por el reconocimiento de Palestina como estado en la declaración de Berlín en 1999. Suecia dio el primer paso que se propagará por todos los estados europeos. Y todavía hay quienes solo instan pero carecen del coraje político de reparar la gravísima injusticia histórica cometida el 29 de noviembre de 1947 reconociendo a Palestina como Estado.

Sobre bantustanes, con una discontinuidad geopolítica manifiesta, debe nacer y crecer el Estado de Palestina, sobre el veintidós por ciento de la Palestina Histórica. ¿Debo alegrarme por ello?

Unadikum, os llamo, os convoco a permanecer firmes encima de sus pechos de acero, que nuestras raíces se hunden en el origen de los tiempos, que Palestina era, es y seguirá siendo.

Palestina no es una herencia, es un préstamo de nuestros hijos.

No habrá Paz sin Justicia. Queda pues la Justicia como nuestra única esperanza.

Sesenta y siete años después me regocijo en la memoria del que me engendró.


(*) Carlos Juma fue presidente y cofundador de la Comunidad Palestina en Canarias

http://carlos-juma.blogspot.com.es/2014/11/palestina-amada.html